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La pintura clásica griega: un patrimonio perdido

Aquiles y Patroclo en una cerámica griega
Aquiles cura una herida a Patroclo durante la guerra de Troya. Cerámica de aprox. 500 a.C. Altes Museum de Berlín.
Imagen de Bibi Saint_Paul en Wikimedia Commons. Dominio público

Nuestro conocimiento directo de la pintura griega es lamentablemente muy escaso. Tenemos ejemplos de la pintura realizada para decorar esculturas y arquitecturas y conocemos bastante bien la pintura que decoraba la cerámica. Pero no nos han quedado originales de la gran pintura griega clásica, es decir, aquella en la que la pintura es un fin en sí mismo y no una decoración de otra arte. Este tipo de pintura tenía dos soportes fundamentales. Por un lado estaba la pintura mural, realizada sobre la técnica del fresco (que ya explicaremos más adelante). De ella queda algún ejemplo aislado. Pero la más elogiada por los propios griegos fue la pintura sobre tabla, en la que se emplearon sobre todo la técnica del temple o témpera (mediante pigmentos que emplean aglutinantes grasos como el huevo), así como pigmentos realizados a base de cera (encausto).

La literatura clásica posterior admiró el realismo y elegancia alcanzados por grandes pintores como Apeles, pero de todo ello no nos han quedado más que las descripciones literarias y versiones romanas en otros soportes, como el fresco o el mosaico. Para darnos una idea de su calidad, probablemente el mejor camino es observar la calidad de la pintura romana sobre tabla (por ejemplo en los retratos funerarios del Egipto romano), que se inspiró en los modelos helenísticos griegos.