Esta pluralidad de partidos tuvo poco impacto en la política real de este período, aunque plantó las semillas de los futuros cambios políticos. Hasta final del siglo XIX la alternancia pacífica de conservadores y liberales en el poder otorgó a España una considerable estabilidad política. Una de sus mayores pruebas fue la continuidad que se logró garantizar entre el corto reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la regencia de María Cristina (1885-1905).
En esa línea de estabilidad, entre los logros políticos del sistema canovista hay que contar el fin de las guerras carlistas (1876) y el logro de un acuerdo, la Paz de Zanjon (1878), que puso fin por el momento a la guerra de Cuba. Se logró, asimismo, frenar cualquier intromisión militar en la política, además de reconciliar a la mayoría del ejército con la monarquía borbónica. De acuerdo con los planteamientos conservadores de Cánovas, se dio una reconciliación entre Iglesia y Estado. Siguiendo la tradición anterior, esta se basaba en el mantenimiento económico de la Iglesia y el control eclesiástico de la educación. Finalmente, se desarrolló una importante legislación, que suponía una vuelta del centralismo (Ley Municipal y Provincial) y el desarrollo de un marco jurídico estable (Código del Comercio, Código Civil). En política exterior, el régimen no fue capaz de mantener viva la activa política del período de O'Donnell, y fue cayendo en el aislamiento internacional, quedando fuera de los grandes sistemas internacionales de alianzas, que en aquellos momentos lideraba el Imperio Alemán. Ese aislamiento pasaría factura en los acontecimientos que llevaron al desastre de 1898.
