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4.4. El ocaso del régimen (1973-1975)

La rápida modernización del país durante los años 60 hizo que la sociedad civil comenzara a demandar cada vez con más fuerza cambios políticos. Esta demanda, cuyo principal protagonista fue el movimiento universitario, se apoyaba en una serie de núcleos de oposición al franquismo.

VI Congreso del PCE
VI Congreso del PCE, celebrado en Praga (entonces Checoslovaquia) en 1960
Imagen de Etanol en Wikimedia Commons. Licencia CC.

Por un lado estaba la oposición clandestina. La principal fuerza de la oposición clandestina era el movimiento obrero. Dentro de éste, el PSOE se había convertido en una fuerza casi testimonial, dirigida desde el exilio. El anarquismo había sido perseguido con particular dureza y no contaba con una sólida organización. La fuerza más potente y organizada de la oposición antifranquista era el PCE, gracias a su sólida disciplina interna y al apoyo internacional de la URSS. Su táctica se caracterizaba por la búsqueda de un pacto con las restantes fuerzas de oposición y la infiltración en las estructuras sindicales del régimen. Su instrumento fundamental para ello fueron las Comisiones Obreras (CC.OO.), surgidas de sectores comunistas y católicos como una forma de participar en las elecciones sindicales, ya que no se definían públicamente como un sindicato. Esta táctica proporcionó al PCE una influencia creciente en la oposición política y sindical. Desde mayo del 68, la radicalización del movimiento obrero en el mundo occidental tuvo también eco en España, con la formación de pequeños grupos terroristas entre los sectores más radicales del comunismo (FRAP, GRAPO).

Manifestación en Amsterdam contra la dictadura franquista
Manifestación en Amsterdam contra el franquismo (1 de febrero de 1969)
La presión de la opinión pública europea contra la dictadura franquista contribuyó a debilitar el régimen.
Imagen de Nationaal Archief. Licencia CC0.

Aparte del movimiento obrero, formaba parte de la oposición clandestina el nacionalismo catalán y vasco, con fuerte arraigo entre los sectores acomodados de ambas regiones. El renacimiento internacional del terrorismo también afectó a los sectores más radicales del nacionalismo. En 1962 jóvenes activistas del PNV fundaron el grupo terrorista ETA, que acabaría teniendo un papel decisivo y trágico en el final del régimen y la posterior democracia.

Asimismo existía una oposición liberal en el exilio, liderada por figuras como Salvador de Madariaga o José María Gil Robles. Tenía poca influencia sobre la sociedad española, pero importantes contactos a nivel internacional. Entre sus mayores logros estuvo la organización en Múnich (Alemania) del IV Congreso del Movimiento Europeo (llamado por el franquismo "Contubernio de Múnich"), en el que se exigió ante la opinión pública internacional la conversión de España en un régimen constitucional como requisito para su integración en la Comunidad Económica Europea (CEE).

Junto a la oposición clandestina estaba lo que podríamos llamar la oposición legal. La permisividad del régimen hacia el asociacionismo católico permitió que surgiera una importante oposición católica, bajo la influencia de la democracia cristiana (Joaquín Ruiz Giménez) y el Concilio Vaticano II. Su postura estaba muy próxima a la de los sectores más avanzados del reformismo dentro del propio régimen, pero muy lejos de su ala dura.

La historia de este período puede sintetizarse como la del aumento de las tensiones políticas una vez que la vía intermedia de la reforma se había mostrado insatisfactoria para las dos partes. El envejecimiento de Franco y el avance de la oposición incrementaron el sentimiento de inseguridad del régimen, que volvió a posturas más rígidas y represivas. En 1973 Franco nombró Presidente del Gobierno al almirante Luis Carrero Blanco mientras el dictador se reservaba el de Jefe de Estado. Su nombramiento supuso una gran decepción para la oposición, porque significaba que Franco lo dejaba todo "bien atado", confiando en una vieja figura del franquismo la continuidad del régimen una vez que él muriera. En esa situación, ETA asesinó a Carrero Blanco, haciendo estallar una bomba debajo de su coche. El atentado aumentó extraordinariamente la tensión política. A eso se suma que en 1973 estalló la crisis del petróleo, que provocó una crisis económica internacional, acentuando las tensiones políticas.

Este endurecimiento del régimen no hizo sino fortalecer a la oposición, que contaba cada vez con mayor apoyo internacional. Entre 1974-5 la oposición se organizó en dos alianzas: la Junta Democrática, organizada por el PCE, y la Plataforma de Convergencia Democrática, auspiciada por el PSOE.

En esas circunstancias, el 20 de noviembre de 1975 moría Franco. Dos días después Juan Carlos era proclamado Rey de España. Concluía así la dictadura más larga de la Historia de España, un período de casi 40 años durante los cuales España careció de libertades políticas y pasó de uno de los retrocesos socioeconómicos más trágicos de la Historia contemporánea a uno de los períodos de más rápido crecimiento. En 1975 la sociedad y la economía española no tenían nada que ver con las de 1936. Pero aún quedaban grandes heridas por cicatrizar. El proceso de normalización democrática de España no iba a pasar por una nueva revolución. Por el contrario, entre 1975 y 1978 España emprenderá un modelo de trasformación política sin precedentes, la Transición, que significa la democratización pacífica de un régimen dictatorial mediante reformas emprendidas desde dentro del régimen. El resultado será el restablecimiento de un estado de derecho, constitucional y democrático, que perdura hasta el momento.

Franco y Juan Carlos I
Franco junto al príncipe Juan Carlos en noviembre de 1975, poco antes de la muerte del primero. El traspaso de poder entre ambos daría lugar a la Transición.
Imagen de Nationaal Archief. Licencia CC0.