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2. Fundamentos ideológicos del régimen franquista

Hay que recordar que cuando estalló la sublevación del 36 lo que unía a los sublevados era más su oposición a la República y a la izquierda que un programa político común. En realidad, cada tendencia o, como se llamaría posteriormente, “familia política” tenía su propio proyecto. El encumbramiento de Franco como jefe de los sublevados le obligó a crear sobre la marcha una ideología para su nuevo régimen, pero en esa ideología siempre fueron más importantes y estables los elementos negativos (es decir, contra qué luchaba) que los positivos (es decir, para qué luchaba).

Teniendo eso en cuenta, podemos resumir los fundamentos ideológicos del régimen franquista en una serie de rasgos:

a) Autoritarismo. El autoritarismo es la forma de gobierno en la que el Jefe de Estado concentra todos los poderes y los ejerce sin controles legales, aplastando toda oposición política mediante el uso de la fuerza. El ejemplo más típico de régimen autoritario contemporáneo es la dictadura militar, como es el caso de la de Franco. En efecto, entre sus primeros actos como líder de los sublevados estuvo la concentración de todos los poderes en el Jefe de Estado y la supresión de las libertades políticas y garantías judiciales propias del liberalismo.

b) Militarismo. El autoritarismo de Franco y de otros dictadores militares contemporáneos deriva del militarismo, es decir, de la consideración de que los valores y los procedimientos del ejército representan lo mejor de los valores nacionales y deben regir la vida política y social. En otras palabras, significa el sometimiento del poder civil al poder militar, lo contrario de lo que habían pretendido Cánovas y la II República.

c) Antiliberalismo y antisocialismo. El franquismo justificaba el gobierno de Franco como una medida necesaria para frenar lo que se consideraban los grandes enemigos de la nación y de la humanidad. Entre estos Franco incluía cualquier forma de liberalismo, especialmente la democracia liberal. La propaganda oficial atribuía una gran importancia a una serie de sociedades secretas que desde el siglo XVIII habían fomentado los principios ilustrados y liberales: la masonería. En la misma categoría se incluía a toda forma de movimiento obrero, desde el anarquismo al socialismo democrático. La ideología del régimen confundía a todas estas diferentes tendencias políticas y consideraba que formaban parte de una gran conspiración internacional contra España.

d) Conservadurismo. En la base del régimen de Franco se encontraba un conservadurismo extremo, que se expresaba en la defensa del orden social existente y de las tradiciones culturales y sociales. Franco consiguió que la mayoría de las clases acomodadas aceptara que su régimen era la mejor garantía para defender el orden social frente a cualquier intento de revolución. De esa forma, acabó con el conservadurismo liberal que hasta entonces había constituido la derecha del liberalismo. Los conservadores liberales fueron al exilio o se adaptaron al nuevo conservadurismo autoritario.

Franco bajo palio
Franco entra bajo palio en la Catedral de Gerona (1960)
Imagen de Ayuntamiento de Gerona, CRDI (Narcís Sans Prats), en Europeana. Licencia CC.

e) Nacional-catolicismo. El régimen de Franco unía dos elementos ideológicos en uno. Por un lado, un nacionalismo agresivo, que defendía la supremacía de la Nación sobre el individuo y que identificaba a la Nación con una serie de valores culturales e ideológicos que, en realidad, eran los propios de la derecha radical autoritaria. La Historia entera de la Península Ibérica se manipulaba para identificar en ella una serie de valores españoles eternos, que se identificaban con los del régimen franquista. Por otro lado, se identificaba al catolicismo como valor supremo de la Nación española. De hecho, se consideraba que la defensa del catolicismo era el fin histórico de España. Esto significaba una alianza estrecha entre Estado e Iglesia. De esa forma, la Iglesia católica ganó un gran protagonismo, obteniendo importantes privilegios, el monopolio sobre la educación y el control sobre la vida cultural. El catolicismo político se convirtió en una de las familias políticas más importantes del franquismo.

f) Influencia fascista. En 1936 los fascismos eran la gran fuerza política en auge. Su combinación de valores nacionalistas, combatividad y tácticas revolucionarias los había convertido en una opción muy atractiva para la derecha europea. La incertidumbre de la Guerra Civil había convertido a la combativa Falange, el fascismo español, en un refugio idóneo tanto para elementos violentos como para quienes buscaban protección.

Por eso Franco consideró que lo más práctico era buscar en el plano internacional la alianza de la Italia fascista y la Alemania nazi y en el plano interno domesticar a la Falange. De esa forma, el régimen franquista se revistió de las formas fascistas. Se adoptaron el saludo fascista, símbolos falangistas de estética fascista, como la camisa azul, la bandera rojinegra o el yugo y las flechas (originalmente un símbolo de los Reyes Católicos), y toda la compleja liturgia que caracterizaba a los actos públicos de los fascismos, cuyo objetivo era impresionar al espectador y hacerlo partícipe de un gran movimiento de masas. La influencia fascista impuso en el régimen una tendencia al totalitarismo, con la creación de un Partido único, considerado como un movimiento de masas identificado con la Nación y en el que idealmente todos los españoles deberían encuadrarse, el Movimiento Nacional, cuyo núcleo era la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Asimismo, se impuso la doctrina del corporativismo, que consideraba que la base de las naciones no son los individuos, sino los cuerpos sociales o corporaciones mediante los cuales aquellos se integran en la sociedad: familia, municipio y actividades profesionales. Por ello, el corporativismo defendía la sustitución de los partidos como cauces de representación política por dichas corporaciones. Con el corporativismo se conecta la idea del sindicalismo vertical. Se consideraba que el sindicalismo no debía tener como base el enfrentamiento entre patrono y trabajadores, sino la colaboración entre ellos bajo el liderazgo del Estado. De esa forma, se creó un sindicato único dirigido por el propio régimen y que se convirtió hasta el final del fascismo en el centro de poder de la familia política falangista. Aunque el objetivo era desmovilizar a la clase obrera, la Falange siempre consideró su papel peculiar dentro del régimen la defensa de las condiciones de vida de los trabajadores.

Este revestimiento fascista del régimen fue quedando en un segundo plano después de 1945. Pero mucho permaneció hasta el final: la liturgia, el Movimiento Nacional, el sindicalismo vertical, la identificación de judíos, masones y comunistas como enemigos de España, etc.

Desfile franquista Guardia mora de Franco

Desfile franquista en Salamanca en 1937, festejando la conquista de Gijón.
El culto a la personalidad del dictador, la estética militar y los saludos romanos son elementos formales típicos de los fascismos.
Imagen en Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa. Dominio público

Visita de Franco a Barcelona en 1947 (fotografía de C. Pérez de Rozas)
En las grandes puestas en escena franquistas la Guardia Mora tuvo siempre un papel destacado, como exaltación imperialista y como conmemoración de la victoria franquista en la Guerra Civil.

Imagen del Ayuntamiento de Barcelona en Europeana. Licencia CC.

Ahora bien, más allá de estos fundamentos ideológicos básicos, es preciso insistir en que el franquismo siempre mostró cierta indefinición ideológica. Una causa de ello fue la evolución internacional. La identificación con el bloque fascista en la II Guerra Mundial dio paso a la búsqueda de la aceptación internacional entre los vencedores, en su mayoría democracias liberales, y acabó lográndose mediante la conversión de la dictadura española en un aliado fiable de Estados Unidos contra la Unión Soviética. Otra causa fueron las propias divergencias ideológicas entre las distintas facciones o familias del franquismo:

  • la derecha católica,
  • los monárquicos,
  • los carlistas
  • y los falangistas.

Franco siempre hizo un hábil uso de los equilibrios de poder entre estas facciones, cuya relación a menudo era muy tensa, dando más o menos poder a cada una de ellas en sus sucesivos gobiernos. La consecuencia de ello fue la capacidad de adaptación ideológica a las cambiantes coyunturas. Paradójicamente, lo que había sido la debilidad del régimen en sus inicios acabó convirtiéndose en su principal fortaleza, explicando en parte su supervivencia hasta 1975.