| Ruinas de Belchite (Zaragoza), una de tantas poblaciones arrasadas por la guerra. Imagen de ecelan en Wikimedia Commons. Licencia CC. |
Concluía así la guerra civil. La victoria de Franco dejaba en sus manos un país destrozado por la guerra. El conflicto acarreó numerosas pérdidas humanas, especialmente jóvenes, lo que afectó a la estructura demográfica de modo duradero. Las destrucciones de la guerra hundieron la capacidad productiva del país. El descuido en cayeron muchas tierras, la escasez de fertilizantes, la pérdida de mano de obra, de ganado y de maquinaria, todo ello unido a la sucesión de sequías, provocaron una fuerte caída de la producción agraria, que puso al país constantemente al borde de la hambruna y privó a la industria de materias primas. En cuanto a la industria, a las destrucciones se sumaban los numerosos abandonos, los problemas de reconversión, la escasez de capitales, las dificultades para conseguir materias primas y combustible y la destrucción de las redes de transporte. Las deudas de guerra redujeron dramáticamente las reservas de divisas y de oro, lo que dejaba al nuevo Estado arruinado.
La sociedad española habría de enfrentarse a tales dificultades bajo un régimen conservador cuyo objetivo en materia social era el mantenimiento de las desigualdades preexistentes y la desmovilización de la clase obrera. Desde el punto de vista ideológico la victoria franquista consagraba la división entre dos Españas, una España de vencedores y una España de vencidos, lo que implicaba la identificación de la Nación con una serie de elementos culturales identificados con el régimen franquista. En el plano político la victoria del bando nacionalista suponía el inicio de un período de 36 años de dictadura durante los cuales España quedaría ajena a las principales corrientes de desarrollo que caracterizarían al resto de Europa desde 1945.