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4.4. La intervención humana y sus consecuencias geográficas

La conservación de la gran biodiversidad española es importante no sólo como riqueza en sí misma, sino también por fines prácticos. En primer lugar, la conservación de los equilibrios alcanzados entre las distintas especies de un ecosistema es la garantía de conservación de esos ecosistemas. En segundo lugar, la diversidad biológica supone la conservación de una riqueza genética que es la mejor garantía de que la adaptación evolutiva al medio no acabe encontrando callejones sin salida. De esa forma, la conservación de la biodiversidad implica necesariamente la conservación de la rica variedad de ecosistemas de la que aquella depende. Por eso es tan necesaria la conservación de los espacios naturales.

Sin embargo, los espacios naturales españoles se enfrentan en España a importantes problemas. Algunos son riesgos de origen natural, como los deslizamientos de tierras, las inundaciones y sequías, los incendios forestales o la propia evolución del clima. Pero la intervención humana ha incrementado su frecuencia y su capacidad destructiva, además de introducir nuevas amenazas, vinculadas a la contaminación y la desertificación.

Los residuos domésticos, los vertidos y emisiones producidos por la industria  o los transportes y el uso de fertilizantes químicos y pesticidas provocan la contaminación de los suelos y de las aguas. Los productos contaminantes se incorporan al ciclo del agua, extendiéndose por ríos, acuíferos y mares hasta llegar a la atmósfera. Entre sus efectos más importantes está la lluvia ácida, un fenómeno muy nocivo para los bosques que consiste en precipitaciones cargadas de ácidos creados por la combinación del agua atmosférica con elementos químicos emitidos por fábricas, sistemas de calefacción, etc.

Un fenómeno estrechamente conectado con la contaminación atmosférica es el calentamiento global. En el último siglo las temperaturas medias han aumentado sensiblemente. Aunque aún se debate sobre los motivos y alcance de este cambio climático, existe un amplio acuerdo en que su principal causa es la industrialización, que ha acentuado el efecto invernadero. El efecto invernadero consiste en que la atmósfera retiene parte de la radiación solar que la Tierra refleja. El resultado es un calentamiento de la atmósfera. Dentro de ciertos márgenes es un efecto natural y gracias a él la temperatura de la Tierra es adecuada para los seres vivos. El problema es que el aumento de la emisión de gases con efecto invernadero ha hecho que la atmósfera retenga demasiado calor. El principal gas de efecto invernadero es el dióxido de carbono (CO2). En condiciones naturales, los árboles capturan dióxido de carbono, ayudando a mantener un equilibrio en las temperaturas. El problema es que desde la industrialización el ser humano ha usado como fuente de energía el carbón y el petróleo, que nacen de árboles en descomposición. Así que todo el dióxido de carbono que esos árboles capturaron durante millones de años se ha liberado a la atmósfera en un siglo.

Efecto invernadero
Esquema del efecto invernadero.
Imagen de NASA en Global Climate Change  (texto traducido). Licencia de uso de la NASA para usos no comerciales.

La desertificación es la desertización de un territorio por efecto de la acción humana. El ser humano contribuye a ella de dos formas. En primer lugar, mediante la deforestación, que, además de contribuir al efecto invernadero, afecta negativamente al balance hídrico de un territorio, degrada los suelos y acentúa su erosión. En segundo lugar, mediante la degradación de los suelos por efecto de la contaminación y de técnicas de explotación inadecuadas. Como resultado, en España la desertificación ha avanzado en las últimas décadas, especialmente en el sudeste peninsular y las Islas Canarias.

Como respuesta a estas amenazas al medio ambiente y la biodiversidad, se han venido desarrollando políticas de protección de espacios naturales. Una de las principales figuras legales en la defensa del medio ambiente son los espacios naturales protegidos. Se trata de espacios terrestres o marinos que son objeto de una especial protección. Existen varias categorías de espacios naturales protegidos, entre las que destacan las siguientes:

1) Parques nacionales: Son espacios naturales de alto valor ecológico y cultural, poco transformados por la explotación o actividad humana que, en razón de la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas o la singularidad de su flora, de su fauna o de su geología poseen unos valores ecológicos, estéticos, culturales, educativos y científicos destacados, cuya conservación merece una atención preferente y se declara de interés general del Estado. Constituyen superficies continuas de cierta extensión, en las que la conservación prima sobre cualquier otro uso del suelo. Nacidos como competencia del Estado, en los últimos años han ido pasando a la gestión exclusiva de las Comunidades Autónomas. Existen hoy en día 15 parques nacionales:

  1. Islas Atlánticas de Galicia (La Coruña-Pontevedra)
  2. Picos de Europa (Asturias-León-Cantabria)
  3. Ordesa y monte Perdido (Huesca)
  4. Aigüestortes y Lago de San Mauricio (Lérida)
  5. Sierra de Guadarrama (Madrid-Segovia)
  6. Monfragüe (Cáceres)
  7. Cabañeros (Ciudad Real-Toledo)
  8. Tablas de Daimiel (Ciudad Real)
  9. Doñana (Huelva-Sevilla)
  10. Sierra Nevada (Granada-Almería)
  11. Archipiélago de Cabrera (Baleares)
  12. Teide (Tenerife)
  13. Caldera de Taburiente (La Palma, Tenerife)
  14. Garajonay (La Gomera, Tenerife)
  15. Timanfaya (Lanzarote, Las Palmas)
Espacios naturales protegidos en España
Imagen de elaboración propia a partir de información geográfica de IGN y Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.

2) Parques naturales: son espacios similares a los parques nacionales, pero que pueden tener menor extensión y en los que la conservación del medio natural coexiste con formas sostenibles de explotación de los recursos primarios y de turismo rural. Son declarados y gestionados por las comunidades autónomas. Sólo en Andalucía existen 24 parques naturales, entre los que, por ejemplo se encuentra el Parque Natural de Doñana, que rodea al Parque Nacional, o el de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

3) Reservas naturales: son espacios naturales reducidos, cuya creación tiene como finalidad la protección de ecosistemas, comunidades o elementos biológicos que, por su rareza, fragilidad, importancia o singularidad merecen una valoración especial.

A estas categorías principales se suman otras como las áreas marinas protegidas, los monumentos naturales o los paisajes protegidos. Además, hay que tener en cuenta que muchos espacios naturales españoles están integrados en redes internacionales, como la Red Natura 2000, de la Unión Europea, o la Red Mundial de Reservas de la Biosfera.

Espacios naturales protegidos en Andalucía
Espacios naturales protegidos en Andalucía. Los números marcan los dos principales espacios protegidos, que combinan zonas de parque nacional y de parque natural: 1) Doñana; 2) Sierra Nevada.
Imagen de elaboración propia a partir de información geográfica de IGN y Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.