4.3.2. Las formaciones vegetales de clima mediterráneo
Estas formaciones vegetales se dan en la región biogeográfica mediterránea, propia del clima del mismo nombre. Destacan entre ellas el bosque perennifolio xerófilo y tres tipos de matorral: la maquia, la garriga y la estepa.
a) El bosque mediterráneo
El bosque perennifolio xerófilo, o bosque mediterráneo, es aquel dominado por árboles de hoja perenne adaptados al calor y a la sequía estival. Sus hojas son más reducidas, dado que no necesitan aprovechar al máximo la luz del sol, y duras, lo que reduce la pérdida de humedad e incrementa su resistencia. Las raíces de los árboles perennifolios son extensas, para absorber lo mejor posible los nutrientes y humedad del suelo, así como para limitar la competencia de árboles cercanos. Por eso mismo, y para obtener más sombra, sus copas son anchas. Su corteza es gruesa y rugosa, para proteger la médula del tronco del excesivo calor y otros agentes meteorológicos agresivos. La amplitud de las copas de los árboles y la consiguiente distancia entre ellos hace que la luz del sol llegue mucho mejor al suelo, favoreciendo el desarrollo de un rico sotobosque de matorral (jara, lentisco, retama...). Las principales especies de vegetación potencial son la encina y el alcornoque, parientes xerófilos del roble.
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| Bosque mediterráneo en el Parque Natural de los Alcornocales (Cádiz). Imagen de El Pantera en Wikimedia Commons. Licencia CC. |
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| Fuente: cartografía de distribución de Hábitat de Interés Comunitario (2007-2012). Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Imagen de elaboración propia a partir de información geográfica de Natural Earth, IGN y cartografía digital de Hábitat de Interés Comunitario (2007-2012). Pulsa en la imagen para ampliar. |
La encina es un árbol resistente a la sequía y adaptado a todo tipo de suelos. Por eso puede darse en prácticamente toda la Iberia mediterránea, salvo en las zonas en las que la altitud o la latitud disminuyen demasiado las temperaturas medias o hacen que haya una excesiva humedad en verano. Su utilidad para el hombre permite que su distribución real esté muy generalizada, especialmente en terrenos abruptos o de suelos pobres poco aptos para la agricultura. El aprovechamiento de la encina consiste en la explotación de su madera, su leña y su bellota, muy empleada en la ganadería.
| Encinar en el Parque Natural de Despeñaperros (Jaén). Imagen de Alfonso San Miguel en Wikimedia Commons. Licencia CC. |
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| Fuente: cartografía de distribución de Hábitat de Interés Comunitario (2007-2012). Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Imagen de elaboración propia a partir de información geográfica de Natural Earth, IGN y cartografía digital de Hábitat de Interés Comunitario (2007-2012). Pulsa en la imagen para ampliar. |
El alcornoque es más selectivo que la encina. Necesita inviernos suaves, cierta humedad y suelos silíceos. Este último aspecto es importante, porque se trata de suelos que generalmente no son buenos para la agricultura, por lo que a menudo se ha potenciado en ellos esta especie por su rentabilidad económica. Como producto de estas exigencias naturales y de la selección humana la mayor densidad de alcornocales se concentra en toda la mitad sur del zócalo paleozoico occidental, especialmente en las sierras de Huelva, Sevilla, Córdoba, Extremadura, Ciudad Real y oeste de Toledo, extendiéndose en menor medida hacia el norte, por las provincias de Zamora y Salamanca. También tiene una importante presencia en las sierras de Cádiz y Málaga, así como en Castellón y el nordeste de Cataluña. Económicamente se aprovecha para obtener madera, leña, bellota para alimentación del ganado, especialmente porcino, y sobre todo corcho.
| Alcornocal en el Parque Natural del Estrecho de Gibraltar (Cádiz). Imagen de J.F. López Pérez en Wikimedia Commons. Licencia CC. |
Entre la vegetación secundaria del bosque mediterráneo se encuentra especialmente el pino. Aunque casi todas sus variedades son autóctonas, la mayoría de los pinares actuales han sido plantados por el hombre o potenciados indirectamente por su adaptabilidad a suelos pobres, su rápido crecimiento y su fácil aprovechamiento económico (madera, piñón, resina...). También aquí se han potenciado los eucaliptos.
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| Dehesa en el Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva). Imagen de Jepeto en Flickr. Licencia CC. |
El bosque mediterráneo ha retrocedido mucho por la pérdida de sus usos tradicionales, y sobre todo su fuerte competencia con usos más rentables, dada la idoneidad para la agricultura de las tierras bajas de la España mediterránea. De ahí que se conserve especialmente en serranías y zonas de suelos pobres.
Sin embargo, una forma de explotación ha permitido conservar grandes extensiones de un bosque mediterráneo antropizado. Se trata de la dehesa, una explotación dedicada a la ganadería extensiva (sobre todo bovina, ovina y porcina), la explotación forestal, la caza, la recolección y, ocasionalmente, la agricultura, que se da en climas mediterráneos. La dehesa consiste en un bosque mediterráneo aclarado en mayor o menor medida, en el que se elimina una buena parte del sotobosque de matorral, potenciando así el crecimiento de la hierba para forraje. Esta hierba y las bellotas de los árboles constituyen la base de la dieta del ganado.
b) El matorral mediterráneo
Como fruto de la degradación del bosque mediterráneo surgen varios tipos de matorral:
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| Maquia en el Parque Natural del Estrecho de Gibraltar (Cádiz) Imagen de Donjuanfe en Wikimedia Commons. Licencia CC. |
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| Garriga en el Parque Natural de Grazalema (Cádiz). Imagen de Jepeto en Flickr. Licencia CC. |
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| Estepa en el desierto de Tabernas (Almería) Imagen de drolo en Flickr. Licencia CC. |
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