La desamortización cambio el mapa de la propiedad agraria y urbana en España. Pero la valoración de sus resultados sigue siendo muy discutida. Podemos resumir sus principales efectos fiscales, económicos, sociales y políticos desde una doble cara, positiva y negativa.
3. Los resultados de la desamortización
Desde el punto de vista fiscal la desamortización proporcionó importantes ingresos al Estado. Sin embargo sus efectos fueron menores de lo esperado, ya que los plazos e intereses fijados para el pago de la tierra eran muy generosos, lo que hizo que los ingresos se recaudaran muy lentamente y que su valor fuera cayendo con el tiempo con respecto a la evolución general de los precios. Además, una parte importante de los ingresos de la primera desamortización se destinó a un uso improductivo, como era la guerra carlista.
Desde el punto de vista económico, la desamortización contribuyó al desarrollo de la agricultura de mercado, favoreciendo la industrialización del campo. Resultado de ello fue una lenta modernización técnica y el desarrollo de producciones orientadas al mercado, como el frutal, el viñedo, el regadío y nuevos productos agrícolas como la almendra. Favoreció también la expansión de la superficie cultivada, ayudada por el cierre de fronteras al trigo exterior. Sin embargo, el aumento de la tierra disponible hizo que se invirtiera menos que en otros países en modernización y que se explotaran tierras marginales, provocando, por ejemplo, una excesiva deforestación del monte. Además favoreció el mantenimiento de una mentalidad rentista, no emprendedora, entre los nuevos propietarios agrarios.
Además, la forma en que se realizó la subasta de tierras impidió que se produjera el efecto deseado de distribuir mejor la propiedad de la tierra. En efecto, el escaso poder adquisitivo de una parte importante de los campesinos les impidió desembolsar el 10 o 20 % del valor de las tierras subastadas que era preciso pagar al contado. Además, los intereses de los grandes propietarios hicieron que los lotes en los que se dividían las grandes fincas expropiadas acabaran siendo demasiado grandes para que los propietarios medios pudieran optar a su compra. Asimismo, muchos campesinos que tradicionalmente habían tenido el dominio útil de tierras vinculadas quedaron en la calle al no tener liquidez para adquirir las tierras que siempre habían ocupado. De esa forma, en vez de moderar la concentración de la propiedad, la desamortización la acentuó. En lugares como Andalucía, La Mancha y Extremadura favoreció el desarrollo del latifundismo, es decir, el predominio de explotaciones agrarias de una dimensión superior a la adecuada para su adecuada explotación.
Desde el punto de vista social la desamortización contribuyó a la desaparición de la estructura social estamental, creó un núcleo de propietarios rurales de clase media y consolidó a las clases medias urbanas, que compraron tierras como complemento a sus ingresos. Sin embargo, privó a los campesinos de los beneficios obtenidos de las tierras municipales y los derechos tradicionales de uso de tierras privadas. No benefició al pequeño campesinado, sino a las clases propietarias, más capacitadas para comprar las tierras puestas en venta por el Estado. En Andalucía, Extremadura y La Mancha la desamortización fomentó el desarrollo del proletariado rural andaluz, creando la conflictiva figura del jornalero. Por ese motivo, la desamortización no logró su objetivo de crear una fuerte clase media agraria, cuya demanda e inversiones habrían sido necesarias para impulsar el proceso de industrialización español. Además, debilitó a las instituciones de beneficencia, empeorando la situación de los pobres.
Desde el punto de vista político, la Desamortización creó una base social que apoyaría en adelante al régimen liberal, pero a costa de potenciar el desarrollo de una nueva oligarquía terrateniente que controló en adelante la política, de enemistar a la Iglesia con el Estado liberal, creando un conflicto de enormes repercusiones, y de empobrecer a los Ayuntamientos.
En conclusión, la desamortización tuvo una enorme importancia histórica. Pero como reforma agraria fue una reforma frustrada, que no eliminó las desigualdades, sino que creó una nueva clase de "señores" rurales. Como consecuencia, el problema agrario pasaría al siglo XX como uno de los principales focos de conflicto.
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