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4.1. La década moderada (1844-1854)

En los diez años que siguieron a la caída de Espartero los moderados, liderados por el espadón Ramón María Narváez, monopolizaron el gobierno. Sus principales aportaciones fueron las siguientes.

Ramón María Narváez
Ramón María Narváez (retrato de V. López Portaña. 1849. Museo de Bellas Artes de Valencia)
Imagen en Wikimedia Commons. Dominio público.

En primer lugar se aprobó una nueva constitución: la Constitución de 1845. Se trata de una revisión en clave moderada de la Constitución de 1837, de la que mantiene numerosos artículos. El concepto de soberanía nacional es sustituido por el de soberanía compartida del Rey con las Cortes. El Senado pasa a ser designado exclusivamente por el Rey entre los miembros de las categorías más elevadas de la vida política y económica. En cuanto al Congreso, se prolonga la legislatura y, mediante una ley posterior, se restringe más el sufragio censitario y se impone el distrito electoral reducido, que favorece el control del proceso por la oligarquía local. Se amplían los poderes de la Corona frente a las Cortes. En concreto, los ministros son nombrados y separados libremente por la Corona y solo son responsables ante el Senado, designado precisamente por el rey. Eso va a dar una enorme libertad a la reina Isabel II para formar gobiernos. No se reconoce la independencia del poder judicial. Las garantías y libertades se reducen mucho más. Finalmente, se impone la confesionalidad del Estado.

En segundo lugar se firmó el Concordato de 1851, un tratado entre España y la Santa Sede por el cual ambos estados restablecían relaciones, a cambio de que España parara la desamortización, compensara a la Iglesia con una asignación anual (subsidio de culto y clero) y reconociera la autoridad de la Iglesia sobre la educación y la censura.

En tercer lugar, se aprobaron diversas medidas orientadas a la centralización administrativa y el fortalecimiento de la autoridad gubernamental:

  1. Se fortaleció el control territorial del gobierno central mediante la figura del Gobernador Civil, que representaba al Gobierno en cada provincia y nombraba a los alcaldes.
  2. La Milicia Nacional, un cuerpo de voluntarios tradicionalmente partidario de los progresistas, fue abolida. En su lugar, se creó la Guardia Civil, un cuerpo armado cuya función era garantizar la seguridad y el orden en las zonas rurales.
  3. Se revisó en un sentido represivo el Código Penal y se limitaron legalmente algunas libertades teóricamente reconocidas, como la libertad de prensa.
  4. La reforma tributaria del ministro Alejandro Mon modernizó el sistema tributario. La cara negativa de esta reforma fue la creación de los consumos, impuestos indirectos sobre bienes de primera necesidad que fueron muy impopulares porque perjudicaban más a los pobres.

Pese a sus esfuerzos, los moderados no lograron eliminar todos los focos de inestabilidad política. A su izquierda, al descontento de los progresistas, alejados del poder, se sumaban los ecos de la oleada de revoluciones democráticas que sacudió Europa en torno a 1848. A su derecha, el carlismo volvió a romper con el Estado liberal tras el fracaso del proyecto de matrimonio entre la reina Isabel y el actual pretendiente carlista al trono. El resultado fue la segunda Guerra Carlista (1846-1849), concentrada sobre todo en Cataluña.

Leopoldo O'Donnell
Leopoldo O'Donnell (Museo del Ejército. Toledo)
Imagen en Wikimedia Commons. Dominio público.

Estos focos de inestabilidad acabaron por crear fuertes tensiones en el seno de los dos grandes partidos liberales. Los sectores más izquierdistas del progresismo comenzaron a abandonar las filas del partido progresista. En 1849 se creó un nuevo partido a su izquierda, el Partido Demócrata, cuya principal reivindicación era la implantación del sufragio universal masculino. Por la derecha, se acentuaron las tensiones entre los moderados más centristas y los más derechistas. Los moderados y progresistas más centristas comenzaron a agruparse en torno a uno de los espadones moderados, el general Leopoldo O'Donnell. La posición del gobierno se fue haciendo más débil a medida que la potente burguesía que estaba protagonizando la naciente industrialización comenzó a inclinarse hacia un cambio político.

En 1854, en respuesta al endurecimiento del régimen moderado, O'Donnell y otros altos oficiales moderados se pronunciaron en el pueblo madrileño de Vicálvaro, creándose un empate técnico entre sus fuerzas y las gubernamentales. El episodio es llamado "la vicalvarada". Para inclinar la balanza a su favor, O'Donnell buscó el apoyo de los progresistas y los demócratas asumiendo muchas de sus reivindicaciones en un comunicado, el Manifiesto de Manzanares. El truco funcionó. Progresistas y demócratas extendieron la sublevación por España y el gobierno dimitió. Isabel II, que no estaba dispuesta a entregar el gobierno a los generales golpistas, decidió llamar para formar gobierno al general Espartero.