4. Estructura y composición actual de la población
Como resultado de su evolución en el tiempo la población adquiere un determinado perfil interno con respecto a la proporción entre edades, sexos, ocupaciones laborales, etc., perfil que recibe el nombre de estructura de la población.
Existen varios criterios para analizar la estructura de una población como la española. Si atendemos a la estructura por sexo, España reproduce las pautas habituales de los países desarrollados. La ratio de masculinidad (nº hombres ∙ 100 ∕ nº mujeres) para el conjunto de la población es algo inferior a 100 (96,2 en 2019). Es decir, el número de mujeres es ligeramente superior al de hombres.
Pero la ratio de masculinidad varía con la edad. Nace un número ligeramente superior de varones que de niñas (casi 106 niños por cada 100 niñas en 2018), pero este desequilibrio se corrige en los primeros años de vida. A medida que la edad avanza, la ratio de masculinidad desciende en los países desarrollados como España, ya que las mujeres tienen mayor esperanza de vida que los hombres (85,9 años frente a 80,5 en 2018). Hay dos razones para ello. En primer lugar, la constitución de las mujeres es más resistente, al estar preparada para afrontar el desafío del parto. Al reducirse los riesgos del parto, su media de vida se ha prolongado por encima de la de los hombres. En segundo lugar, por motivos socioculturales la población masculina ha tendido a asumir actividades y conductas más arriesgadas, que contribuyen a reducir su esperanza de vida. A ello se suman los efectos de la Guerra Civil, ya que las muertes de combatientes, en su mayoría varones, redujo la ratio de masculinidad de los grupos de edad que sirvieron en la guerra. Hay que añadir, por último, que las migraciones tienen cierta influencia sobre la estructura de sexos, ya que tradicionalmente suelen migrar más hombres que mujeres.
En cuanto a la estructura por edades, España aparece como una población envejecida, que es el calificativo que se da a toda población con más del 12 % de habitantes de 65 o más años. En concreto, la proporción de personas de 65 o más años ha pasado del 10 % en 1975 a algo más del 19 % en 2019. Las causas de este fenómeno son el descenso de natalidad, el aumento de la esperanza de vida y las grandes emigraciones exteriores del siglo XX. La inmigración exterior logró frenar la tendencia en la década del 2000, pero desde la crisis de 2008 ha retomado su ascenso. Las consecuencias del envejecimiento son las siguientes:
- aumento de la dificultad para financiar las pensiones, dado que en cada momento es la población activa la que paga lo que se debe a los jubilados por haber cotizado durante su vida laboral;
- aumento de los gastos de salud;
- problemas de residencia y de dependencia.
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| Imagen de Rodriguillo en Wikimedia Commons (modificada). Dominio público |
Para profundizar
La pirámide de población
La pirámide de población es la gráfica más empleada para representar la estructura por sexo y por edades de una población. ¿En qué consiste?
- En el eje vertical (eje de ordenadas) se representan los grupos de edad (o cohortes), normalmente en intervalos de cinco años.
- En el eje horizontal (eje de abscisas) se representa en forma de barras la cantidad o porcentaje que aporta a la población total cada grupo de edad de cada sexo. Para ello la gráfica se divide en dos partes simétricas: a la izquierda se representa la población masculina; a la derecha la población femenina. Los valores son más altos cuanto más se alejan del centro.
¿Cómo podemos interpretar una pirámide?
1) Fíjate primero en la forma de la pirámide, porque te permite conocer en qué régimen demográfico se encuentra la población. Hay tres formas básicas de pirámide:
- Las pirámides con forma triangular indican poblaciones jóvenes y progresivas, que crecen rápidamente. Son propias de los momentos más explosivos de la transición demográfica.
- Las pirámides con forma de campana indican poblaciones adultas y estables, que crecen moderadamente. Son propias del final de la transición demográfica.
- Las pirámides con forma de bulbo o urna indican poblaciones envejecidas y regresivas, que apenas crecen o incluso decrecen. Son propias del régimen demográfico moderno.
2) A partir de esa forma general, analiza con más detalle la estructura por edades de la población comparando el peso relativo de la población joven, adulta y anciana.
3) Analiza la estructura por sexo, fijándote en los grupos de edad en que uno de los dos sexos es más numeroso que el otro y los grupos en los que hay mayor equilibrio.
4) Detecta los indicios de los acontecimientos demográficos más significativos. Aunque una pirámide de población es como una foto fija de una población en un momento dado, en ella, como en cualquier foto, se pueden advertir los ecos y cicatrices del pasado. ¿Cómo puedes acceder a esos datos? Fíjate en los entrantes y salientes que destacan en el perfil de la pirámide. Fíjate en si afectan por igual a hombres y a mujeres. Si un grupo de edad es afectado por uno de esos entrantes o salientes pregúntate: ¿qué acontecimiento pudo ser el responsable? ¿Qué edad tendrían los afectados cuando este acontecimiento se produjo? Una pista: suele ser muy útil calcular la edad de nacimiento de los grupos afectados restando su edad al año correspondiente a la pirámide.
Vamos a ver tres pirámides de población española en tres momentos diferentes de nuestra Historia:
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| Imagen de elaboración propia a partir de datos del INE. Es una pirámide triangular propia de los momentos más intensos de la transición demográfica. Se resalta con un color más claro el sexo que en un grupo de edad determinado está peor representado que el otro. La ratio de masculinidad para el conjunto de la población era de 95,4. |
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| Imagen de elaboración propia a partir de datos del INE. Es una pirámide con forma de campana, propia del final de la transición demográfica. Se resalta con un color más claro el sexo que en un grupo de edad determinado está peor representado que el otro. La ratio de masculinidad para el conjunto de la población era de 95,7. |
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| Imagen de elaboración propia a partir de datos del INE. Es una pirámide con forma de bulbo o urna, propia del régimen demográfico moderno. Se resalta con un color más claro el sexo que en un grupo de edad determinado está peor representado que el otro. La ratio de masculinidad para el conjunto de la población era de 97,4. |
En este enlace podrás comparar distintas pirámides de población del mundo en diferentes fechas.
Y aquí puedes echar un ojo a la pirámide de población española en movimiento, incluyendo las proyecciones de su evolución futura realizadas por el INE.
Si pasamos a la estructura económica de la población, el primer aspecto que interesa analizar es su población activa. La tasa de actividad (es decir, el porcentaje de población activa con respecto a la población de 16 o más años) de la población española experimentó un descenso hasta 1987, como consecuencia de la emigración y del aumento de la tasa de dependencia por factores legales, como la ampliación de la edad de escolarización y el adelanto de la jubilación. Desde 1987 ha ido aumentando de nuevo, como consecuencia de la incorporación laboral de la mujer, así como por cambios en la forma de medir este fenómeno en la Encuesta de Población Activa (EPA). Se advierten además variaciones dentro de la población activa: el descenso lento en la tasa de actividad masculina; el aumento rápido en la tasa de actividad femenina y su perfil más joven; la presencia de tasas de actividad más elevadas en zonas más dinámicas o con mayor porcentaje de población adulta. En el cuarto trimestre de 2019 la tasa de actividad se situaba en el 58,7 %.
En cuanto a la tasa de paro, hasta 1973 no representaba más del 3 % de la población activa. Pero desde los años 70 del siglo XX se ha convertido en un problema estructural de la economía española, que nos aleja de la mayoría de países desarrollados. Tras haber alcanzado máximos superiores al 20 % en los años 80, la tasa de paro llegó a descender hasta valores próximos al 8 % en 2007. Pero a partir de 2008, la crisis generó un incremento acelerado de la tasa de paro, que llegó a superar el 26 % de la población activa en el 2013. Desde entonces ha vuelto a bajar, de tal forma que en el cuarto trimestre de 2019 estaba en torno al 13,8 %.
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| Imagen de elaboración propia a partir de datos del INE |
Dentro de la población, la tasa de paro varía por sexos. La tasa de paro femenina es sistemáticamente superior a la masculina, y lo llamativo es que la diferencia se acentúa cuando bajan las tasas de paro. Por ejemplo, en el cuarto trimestre de 2019 la tasa de paro femenina era un 3,3 % superior a la masculina. Otros factores influyen también en la tasa de paro, como la edad (mayor en proporción en los sectores más jóvenes y maduros de la población activa), el nivel de instrucción (mayor cuanto menor es el nivel de instrucción), la época del año (menor en estaciones turísticas) y la comunidad autónoma. Así, en el cuarto trimestre de 2019 las comunidades con mayor tasa de paro eran Ceuta, Melilla, Extremadura y Andalucía, todas por encima del 20 % (máximo en Ceuta con 27,6 %), mientras que Madrid, Aragón, las Islas Baleares, La Rioja, el País Vasco y Navarra no llegaban al 10 % (mínimo en Navarra con 9 %).
La última perspectiva desde la que se puede analizar la estructura económica de la población es la de sus sectores económicos. A este respecto, el sector primario ha experimentado a lo largo de todo el período estudiado el mayor descenso, pasando de ser el sector dominante (64 % en 1900) a convertirse en un sector minoritario (aproximadamente el 6 % en la actualidad). El sector secundario aumentó entre 1900-1975 (del 16 al 40 %) como resultado de la revolución industrial, con un paréntesis entre 1936-1950 por la guerra y la posguerra. Sin embargo, a partir de 1975 ha ido descendiendo hasta valores próximos al 30 %. Por el contrario, el sector terciario ha experimentado un aumento continuo (desde el 18 a cerca del 64 %), a excepción del paréntesis de 1936-1950. La causa de ello es la llamada terciarización de la economía, un fenómeno propio de las últimas décadas en todo el mundo desarrollado que consiste en el incremento proporcional del sector de servicios en la economía.
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