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2. La dinámica natural

La dinámica natural de la población española en los últimos siglos puede analizarse mediante la teoría de la transición demográfica, según la cual la evolución socioeconómica de las poblaciones modernas bajo el impacto de la industrialización y la urbanización tiene como resultado la sucesión de tres regímenes demográficos que a su vez pueden descomponerse en cinco fases.

Los regímenes demográficos en España

Modificación propia de imagen en Wikimedia Commons. Dominio público.
a) El régimen demográfico antiguo o preindustrial

Es el que se da antes de la revolución industrial. Se caracteriza por una tasa bruta de natalidad alta (>35 ‰) como resultado de tres factores: la importancia económica de los hijos para la supervivencia de las familias en las economías tradicionales; la ausencia de controles de natalidad eficaces; y el predominio de una mentalidad natalista, que daba un gran protagonismo social a la familia y que ligaba la sexualidad al matrimonio. Pero esta elevada tasa de natalidad se compensaba con una tasa bruta de mortalidad alta (>30 ‰) y oscilante como consecuencia de una dieta escasa y desequilibrada, la incidencia de las malas cosechas, las malas condiciones higiénicas, las consiguientes epidemias y el deficiente sistema sanitario. De esa forma, la esperanza media de vida al nacer era muy baja (< 40 años) y la mortalidad infantil muy elevada (≥180 ‰). El resultado de la combinación de una elevada tasa de natalidad y una elevada tasa de mortalidad era un crecimiento natural bajo y oscilante.

El régimen demográfico antiguo cubre la primera fase del modelo de transición demográfico y en España se extiende aproximadamente hasta mediados del siglo XIX.

b) La transición demográfica (o primera transición demográfica)

La transición demográfica es el resultado del impacto de la revolución industrial sobre una población con las características demográficas y la mentalidad natalista propia del mundo preindustrial. Se puede dividir en dos fases:

  • La primera fase (la fase 2 de la teoría de la transición demográfica) se caracteriza por el rápido descenso de la tasa de mortalidad como resultado de la mejora de la dieta y las condiciones de vida, los avances médicos y sanitarios y el incremento del nivel cultural. Este descenso es especialmente acusado en la mortalidad infantil. El cambio en las condiciones de vida en los nuevos núcleos urbanos industriales hace que la natalidad comience a descender, pero aún se mantiene muy elevada, ya que aún se mantiene la mentalidad natalista y la falta de controles de natalidad propios del período anterior. El retroceso acelerado de la mortalidad con respecto a la natalidad se traduce a escala mundial en una explosión demográfica sin precedentes en la Historia de la Humanidad. En España esta fase se sitúa aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX.
  • La segunda fase (la fase 3 de la teoría) se caracteriza porque al descenso en la tasa de mortalidad se une un descenso más acusado de la tasa de natalidad. En general, este descenso es fruto de la lenta incorporación de la sociedad española al modo de vida de las sociedades urbanas industrializadas, en las que los costos de crianza de los niños superan su rentabilidad como mano de obra o seguro para la vejez. La diferencia entre las tasas de mortalidad y natalidad permiten que a lo largo del período se mantenga un fuerte crecimiento natural de la población. En España esta fase se prolonga aproximadamente entre 1900 y 1975.

Varias crisis demográficas interrumpieron esta tendencia general. Así, la epidemia conocida como gripe española provocó en 1917 un mortalidad catastrófica. Pero la crisis más importante fue la Guerra Civil (1936-1939). Esta provocó un gran aumento de la tasa de mortalidad no solo por las bajas de los combatientes, sino también por la muerte por hambruna o violencia de la población civil, tanto niños como adultos. Además provocó un descenso brusco en la tasa de natalidad, tanto por la ausencia en el frente de la mayoría de los varones jóvenes, como por el retraso de la decisión de tener hijos debido al hambre y el peligro. Durante la posguerra (1940-1956) el hambre, la pobreza y el exilio de numerosos españoles prolongaron los efectos demográficos de la Guerra civil.

La situación cambió entre 1956 y 1965 gracias al fuerte desarrollo económico que experimentó España. Su manifestación más clara fue el incremento de la natalidad conocido como baby boom. Es durante este período cuando la población española muestra su mayor ritmo de crecimiento natural.

Como resultado, al final de la transición demográfica las tasas de mortalidad quedaron situadas en valores inferiores al 10 ‰ (con la mortalidad infantil por debajo del 20‰,) mientras que las tasas de natalidad llegaron a reducirse por debajo del 20 ‰.

Crecimiento natural de la población española
Imagen de elaboración propia a partir de datos del INE.
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c) El régimen demográfico moderno o postindutrial

Es el tipo de dinámica natural que predomina en los países industrializados una vez que se completa la transición demográfica. En España se localiza aproximadamente a partir de 1975. Los rasgos más característicos de este régimen son el hundimiento de la natalidad y la baja tasa de mortalidad. La caída de la natalidad es consecuencia de una serie de factores comunes al resto de los países desarrollados:

  • La industrialización impone largas jornadas laborales y desplazamientos fuera de casa, lo que dificulta la conciliación entre la vida familiar y la laboral.
  • La plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo hace que sea más difícil atender a los niños, especialmente teniendo en cuenta la persistencia de repartos de tarea sexistas en el marco familiar y la insuficiencia de las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar.
  • La mayor protección social y el aumento del nivel de vida y cultural hacen que los niños dejen de ser necesarios como seguro de vejez y que se invierta más atención y recursos en cada niño.
  • La sociedad de consumo fomenta un ideal de vida centrado en el ocio y asociado a la juventud, lo que favorece el retraso de los nacimientos y la reducción del número de hijos por familia.
  • La urbanización de la población desincentiva las familias numerosas, ya que el medio urbano actual no se adapta bien al cuidado y necesidades de los niños.
  • Pero sobre todo (y en relación con todo lo anterior) se impone un cambio de mentalidad que desvincula la sexualidad de la reproducción y potencia agrupaciones familiares menos estables y fecundas que el matrimonio tradicional. En este cambio tiene mucha importancia la secularización de la cultura, es decir, el menor papel regulador de las religiones, que suelen fomentar la mentalidad natalista. Esta es reemplazada progresivamente por una mentalidad maltusiana (el nombre viene de Malthus, economista y fundador de la demografía moderna), que busca controlar el número de nacimientos. El control de la natalidad es posible gracias a los avances en los métodos anticonceptivos y la generalización social de su uso. Esta mentalidad maltusiana hace que los períodos de auge económico ya no se traduzcan apenas en un incremento de la natalidad, como sucede en las poblaciones con mentalidad natalista.
  • Debe añadirse a todo esto que la demografía se retroalimenta, ya que, al nacer menos niños en un momento dado, en las décadas siguientes habrá menos jóvenes en edad de tener hijos.

Junto a estos cambios estructurales comunes a todas las sociedades desarrolladas encontramos factores más directamente relacionados con la evolución económica de España: fundamentalmente la elevada tasa de paro, la precarización de los contratos y el aumento del precio y alquiler de la vivienda.

A partir de la década del 2000 la inmigración exterior procedente de países con mentalidades más natalistas ha permitido corregir en parte este hundimiento de la natalidad. Pero la crisis económica de finales de la década del 2000 hizo volver a descender la natalidad, especialmente por la emigración de jóvenes y la partida de numerosos inmigrantes hacia destinos más prometedores.

Por su parte, la mortalidad se mantiene en cifras bajas, como corresponde a un país desarrollado. La esperanza de vida ha seguido aumentando a lo largo de todo el período, confirmando que las condiciones de vida han mejorado. Pero en las últimas décadas el propio envejecimiento de la población ha provocado una ligera subida en la tasa bruta de mortalidad con respecto a sus mínimos históricos.

Las principales causas de mortalidad actualmente son las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los accidentes de tráfico, aunque estos últimos han reducido su incidencia en los últimos años. En general, crecen las afecciones propias de la vejez. La mortalidad infantil ha seguido disminuyendo (2,7 ‰ en 2018), siendo fundamentalmente neonatal.

Como resultado de esta dinámica natural, en 2018 España tenía una tasa de natalidad en torno al 8 ‰, una tasa de mortalidad en torno al 9 ‰ y una esperanza media de vida al nacer de 83 años. Esta dinámica ha provocado un envejecimiento de la población y el estancamiento del crecimiento natural, que desde 2015 se ha convertido en un crecimiento negativo. Esta tendencia negativa, común a otros países desarrollados, ha llevado en años recientes a dividir el régimen demográfico postindustrial en dos fases:
• Una primera fase (la fase 4 de la teoría de la transición demográfica) se prolongaría en España hasta la década del 2000 y se identifica por el lento crecimiento natural.
• La segunda fase (fase 5 de la teoría), que estaría empezando ahora, se caracteriza por un crecimiento natural nulo o negativo como consecuencia del envejecimiento de la población. Recibe el nombre de segunda transición demográfica.

Saldo vegetativo en 2016
Imagen de elaboración propia a partir de base cartográfica del IGN y datos del INE.