Solucionados los problemas peninsulares, Carlos V pudo centrarse en su política exterior, que se orientó en torno a tres grandes ejes:
1) La rivalidad con Francia. Carlos V heredó la vieja rivalidad entre Francia y la Corona de Aragón, que se convirtió ahora en una lucha por la hegemonía en Europa. La rivalidad se veía acentuada por el peligro que para Francia suponía el encontrarse prácticamente rodeada de las posesiones de Carlos V. Esta rivalidad dio lugar a sucesivas guerras entre Carlos V y Francia, cuyo resultado puede considerarse un empate.
2) La guerra contra el Imperio Turco. El Imperio Turco Otomano se había convertido en una gran potencia mediterránea. En época de Carlos V se había extendido por todos los Balcanes, apoderándose de casi toda Hungría y llegando a la puertas de Viena. Además protegía a los reinos musulmanes berberiscos del norte de África, que ejercían la piratería contra las costas europeas. Carlos V consiguió frenar el avance turco por el centro de Europa y trató de reducir el poder de los reinos berberiscos conquistando plazas fuertes como Túnez, pero en este ámbito no obtuvo los resultados deseados.
|
 |
|
Tiziano, Carlos V en la Batalla de Mühlberg (1548. Museo Nacional del Prado) El pintor veneciano retrató a Carlos V con gesto heroico tras su victoria en Mühlberg (1547) contra una coalición protestante. No obstante, reveses posteriores le obligaron a aceptar una solución de compromiso. Imagen de Museo Nacional del Prado. Autorización de uso educativo. |
3) El problema protestante. El título de emperador dio a Carlos V una gran autoridad a escala europea, que él trato de utilizar para unir a todos los países cristianos frente al Islam. Pero esta unidad fue imposible y el precio de la autoridad imperial fue la entrada en una serie de interminables conflictos que absorbieron demasiada energía a los reinos peninsulares.
El principal conflicto surgió como consecuencia del nacimiento del movimiento protestante. En 1517 un monje alemán, Martín Lutero, escandalizado por la corrupción de la Iglesia Católica, comenzó a predicar una nueva doctrina que defendía la ruptura con esta institución. A la doctrina luterana pronto se unieron otras (por ejemplo el calvinismo), englobadas por los católicos bajo el término protestantismo. Muchos creyentes cristianos abrazaron las doctrinas protestantes y muchos príncipes alemanes las adoptaron como religión oficial en sus estados como forma de reducir la influencia de la Iglesia católica e incrementar su propio poder político. Carlos V defendía la idea de la unión de todos los cristianos bajo la Iglesia Católica, así que no podía permitir la ruptura del cristianismo europeo. Además sabía que el objetivo último de los príncipes protestantes era aumentar su propio poder frente al emperador. El resultado fue una sucesión de guerras que enfrentaron a Carlos V y sus aliados católicos contra coaliciones de príncipes protestantes. Finalmente Carlos V tuvo que admitir que en cada estado alemán los súbditos fueran de la misma religión que su jefe de Estado, pero siguió persiguiendo el protestantismo en sus dominios católicos.