El 13 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, se pronunció. Un solo telegrama consiguió que el Rey retirara su apoyo al Gobierno y le encargara formar uno nuevo. Desde su nuevo gobierno Primo de Rivera obtuvo del rey el decreto de disolución de las Cortes. Las Cortes fueron disueltas sin que se convocaran nuevas elecciones y la Constitución de 1876 quedó suspendida. Concluía con ello el sistema parlamentario.
El pronunciamiento de Primo de Rivera constituía un fenómeno nuevo por una razón. Por primera vez en la historia de España su pronunciamiento no defendía una opción política, sino que iba dirigido contra los políticos. Eso suponía una diferencia fundamental con los pronunciamientos del siglo XIX, en que los pronunciados se presentaban como defensores de un grupo político determinado. De esa forma, el pronunciamiento de Primo de Rivera marcaba el camino que seguiría el de Franco en 1936.
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| Primo de Rivera saliendo del Palacio Real de Madrid entre sus seguidores en septiembre de 1923 Imagen de gallica.bnf.fr. Dominio público. |
En principio Primo de Rivera planteaba su dictadura como transitoria, mientras acababa con las dificultades existentes. Se remontaba para ello al ejemplo de la República Romana en la que la dictadura era sólo una magistratura extraordinaria para momentos excepcionales. (Hay que pensar que la palabra aún no estaba tan desgastada como lo está actualmente. Hoy a ningún dictador se le ocurriría presentarse a sí mismo abiertamente como un dictador.)
El pronunciamiento fue apoyado por la burguesía catalana, deseosa de acabar con los conflictos sociales de la región más industrializada de España. El pronunciamiento fue además bien recibido por una parte importante de la población, especialmente por la derecha y el ejército, pero también por otros sectores que deseaban una salida a la situación anterior, incluidos gran número de intelectuales y republicanos.
