No es donde naces, es donde te crías. Puedes tener, digámoslo de alguna manera, la suerte de nacer en una familia a la que no le falte ningún bien material, pero, sin más reparo puede que tu fortuna se torne y nazcas en medio de un descampado, sin nada que llevarte a la boca cada mañana. Cada día al despertar los rayos de sol bañan de nuevo las montañas de incertidumbre de sus corazones, los escombros de la esperanza que poca queda ya tras ver lo mismo cada amanecer. Sueños rotos, ilusiones perdidas, sonrisas que se desvanecieron de rostros que un día estuvieron en armonía.

Cuando paseas por las calles y ves un niño de 6 años que no tiene que llevarse a la boca, que no tiene seguro si esa noche podrá dormir bajo un techo, que va descalzo por el asfalto helado… sin embargo, ese niño nos puede enseñar una gran lección, ese pequeño no pierde la sonrisa, quizás para él todo sea como un juego, quizás su padre le enseñó a sonreír para conseguir alguna limosna o le explicara la vida como un juego en el que gana quien consiga cada día algo para alimentarse y donde el perdedor es aquel que lleva dinero suelto y que por no pararse porque llegue al trabajo dos minutos tarde hace la vista gorda y mira un escaparate de marcas caras.

No por mucho escribir, ni por mucho quejarse cambiará la realidad, solo podemos confiar en que aquellos que lean este escrito abran un poco los ojos y sean un poco más humanos. Es ilógico pensar que todos llegaremos a ser iguales, que todos tenemos los mismos derechos, las mismas oportunidades. Aunque claro está que la gran mayoría soñamos con esa utopía, ya lo dijo Michael Jackson  en “We are the World”

Sin ayuda no se conseguirá nada, aunque sea un sutil gesto, una sonrisa, darles calor… algo para conseguir que puedan sentirse más valorados y se olviden por un instante de todo su dolor.  Todos somos el mismo mundo, si no es por ellos, hazlo por ti mismo, pero no dudes en tender una mano amiga llena de calor.